¿Las preguntas son algún tipo de virus? ¿Es
contagioso ese virus? ¿Es auto-replicante? ¿Una pregunta puede responderse a sí
misma afuera de su propio cuerpo como frase? ¿Es verdad eso que dicen que en
algunas preguntas esta la respuesta implícita? ¿Si es verdad, de dónde procede
la respuesta? ¿Es importante precisar de dónde procede? ¿Demarcar la
procedencia me conduce a entender muchas que están allí para ser comprendidas e
inmediatamente luego abandonadas? ¿Abandonar toda esa gama de pensamientos
inútiles me conduce a ver de modo directo los procesos reales de la percepción?
¿Podré experimentar el mundo del modo en que se puede experimentar cuando yo no
lo percibo? ¿Será esta la pregunta fundamental? ¿Cómo es el mundo cuando yo no
estoy? ¿Cómo es el mundo sin mi percepción? ¿Cómo es, sin mis ojos para
mirarlo? ¿Cómo olvidan las personas lo que hacían cuando cerraban los ojos de
niños y decían “el nene no está”? ¿No recuerdan acaso que no deseaban que los
demás los creyeran ausentes, tanto como volver exclamando: “¡El nene está!”?
¿No recuerdan que al volver lo que más deseaban era sorprender al mundo, aunque
más no fuera por un segundo y mirarlo con esos ojos que antes no estaban?
¿Pueden apreciar cómo las preguntas me trajeron hasta aquí? ¿Desde aquí puedo
ir a cualquier lugar? ¿Me puedo preguntar entonces, mientras cae la tarde en el
campo y la luz del sol despeja mis ideas, cómo hacer para entrar en esa zona
vacía donde yo no estoy y sin embargo puedo presenciar desde una instancia
lejana y objetiva? ¿Preguntarme qué me preguntaré cuando esté allí en la zona
vacía, es de algún modo similar a la invocación? ¿Cómo apareció Andrés Juárez
allí? ¿Está cabalgando bajo el sol y lleva un poncho de gruesa franela? ¿Es esa la franela de dos mundos? ¿Será tan
sólida en esos otros mundos donde el capataz vive como lo es en este donde yo
la toco y realmente me quedo espeluznado de pensar cómo puede aguantar sobre
los hombros una prenda tan pesada, gruesa, áspera y sobre todo abrigada? ¿Es
esta la prueba definitiva de que es un fantasma? ¿Me ha dado la mano alguna vez
que yo pueda recordarlo con contundencia y que pueda volver a sentir en mi mano
la suya, con todos sus callos? ¿O sólo recuerdo haber visto los callos? ¿Sólo imaginé, nada más verlas, la aspereza
insoportable de sus manos? ¿Esa aspereza imaginada, podía realmente llegar a
afectarme al grado en que llegó a hacerlo? ¿Tiene el poder acaso un fantasma de
inducirme percepciones falsas en las que imagino vivencias de las que solemos
llamar reales? ¿En qué zona de la conciencia estoy mientras dura la supuesta
vivencia? ¿Cómo mantengo la atención dentro de esa zona de experiencia? En
definitiva ¿Cómo sostengo el mundo mientras estoy allí dentro? ¿Sólo yo soy
capaz de experimentar un modo de percibir como un “estar dentro” de alguna
situación o contexto? ¿Las demás personas están dentro de algún sitio mental
también cuando perciben lo que allí fuera hay? ¿Cómo pueden saber acerca de sí
mismas que ya están dentro de ese lugar cuando llegan al mismo? ¿Cómo puedo
saberlo yo cuando me pongo en comunicación con ellas y llegamos juntos o
paralelos a ese lugar inefable? ¿En qué se parece ese momento de comunicación con
los momentos que vivo con mi tía abuela Teresa, la ex madre superiora de un
convento al que me hubiera gustado concurrir a estar un tiempo con ella? ¿Cuándo
le encuentro los parecidos, puedo afirmar que se trata de la misma experiencia a
partir de una serie de similitudes? ¿Serán las famosas siete semejanzas con las
que tienen entretenido al público en los periódicos de mayor tiraje? ¿Mantener
el cerebro entretenido en esas bobadas, que disgustan a mi papá, debilitará a
las neuronas a grados extremos, como mi mismo progenitor declara? ¿Cómo hice
para parar mi atención en esas cosas, en cierto momento de mi joven vida? ¿Habrá
más opciones de las que en el colegio ofrecen casi como únicas de innato y
adquirido? ¿Cómo le llamaré a esas nuevas opciones?
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