lunes, 16 de junio de 2008

Testigos. Héctor D’Alessandro

Testigos. Héctor D’Alessandro

Para que nada sea en vano, se inflan las palabras, para que estas caigan como cascadas, como piedras, como rocas rodantes por la montaña, despeñándose con estruendo.

Para que nada sea en vano, el rugir de la batalla expresa lamentos de moribundos y gritos jactanciosos de matadores.

Y de la tierra mana sangre.

De la tierra mana sangre para que la vea, la guste, la oiga aullar el testigo.

El pastor de cabras a la puerta de su choza tranquila. El señor que por allí pasaba. Todo lo hace Homero con arte, con sorprendente habilidad, con viveza y con intuición. No escribe para el órgano del templo ni para los grandes corifeos.

Su verso va a dar como un cauce breve que se hace hilo de agua rica al oído de un pastor, un pastor perdido en la montaña que oye desde lejos el rugiente clamor de la batalla.

Todo se hace por un pastor.

La poesía toda. La pasión. La luz de la tarde, el verdor y la sangre se harán por un pastor.

De nada vale, para nada sirve el rugiente clamor y la gritería despeñándose por los barrancos como un eco inmenso de la carnicería infinita si no lo escucha alguien, alguien como tu, alguien que pasa por allí, el pastor, el señor ese que anda por ahí.


: , , , ,

miércoles, 4 de junio de 2008

La mano del novelista

La mano del novelista donde más se ve es en las fotos. Sostiene su cabeza, esa cabeza pensadora, preocupada por el destino humano o por las cifras de ventas, pero preocupada al fin. Siempre he reflexionado acerca de esa mano que sostiene a esa cabeza hipervalorada. Y me ha asombrado que pocos se hayan decidido a romper el rito de fotografiarse de esa manera tradicional. Pienso en unos pocos. García Márquez tumbado en aquel sofá con las manos encima de la cabeza, sonriendo con claros signos de disfrute. Recuerdo a José Donoso tumbado en una hamaca con un perro en las cercanías o encima suyo. Tomasi de Lampedusa acariciando campechanamente otro perro.¿Por qué los escritores se sostienen la cabeza? Podría uno pensar que les duelen las muelas pero ciertas sonrisitas conspiran a toda costa contra esta suposición.A veces la cara apoyada parece decir ¿habéis visto lo que he hecho? Pero son los menos.La duda permanece. Es de esos misterios que viven mejor sin respuesta.Cuando paseo por la Rambla Cataluña, a veces, pienso que un día veré allí el mejor homenaje de los ayuntamientos y la escultura al mundo del escritor; no se tratará de un libro ni una pluma, será una mano, una mano enorme para sostener cualquier cabeza, ligera o pesada, una cabeza, dos cabezas, un sinfín de cabezas apoyadas en esa mano enorme, cabezas de novelista.
Episteme: , , , , , ,