domingo, 6 de abril de 2014

Literatura líquida. Novela. Día 17. Entrada 19.

La totalidad de mi indagación no me conducía realmente a ningún sitio, y si me llevaba, de la mano o no a algún lado, yo podía preguntarme eternamente cuál era ese lugar y no podía encontrar en ninguna enciclopedia ni en mi memoria, un nombre adecuado para mencionarlo. Estaba aprendiendo a consciencia a dialogar conmigo mismo y tenía muchas dudas a la hora de hacerlo, no tenía del todo claro cuándo me perdía, y en el momento de perderme en los vericuetos de mi mente tampoco tenía muy claro ni era evidente para mí cómo lo había hecho. ¿Qué tenía que preguntarme y cómo, para llegar a ese sitio desde donde sí podía atisbar respuestas? ¿Era absolutamente necesario para mí tener respuestas para poder moverme? ¿Era algo propio de todos y cualquiera de los seres humanos, eso de tener respuestas? ¿Necesitaba preguntas? ¿Necesitaba en realidad una cierta ficción de pregunta? ¿Me alcanzaría con el tono nomás de la pregunta para ponerme de inmediato en marcha a buscar cosas diversas y agradables para seguir mi camino de la existencia? ¿A santo de qué tenía que interceder como un pie entre la puerta y su marco una pregunta para clarificar un escenario del que no tenía contundentes evidencias? ¿Si me hacía las preguntas mientras recorría el camino de los bosques que me llevaban a lugares en que casi de modo arquetípico experimentaba vivencias de comprensión esas preguntas resultarían más eficaces en su acción? ¿Una pregunta formulada en el atardecer mirando el paisaje con los ojos entrecerrados venía a variar la percepción de modo tal que no se podía comprender si lo que veo es de esta dimensión o está alterado por la influencia de otras dimensiones? ¿Estaba viéndolo todo cuando formulo preguntas o solo puedo ver si formulo mi pregunta en el momento adecuado? ¿Esta formulación del problema es análoga a la de que la luz azul sólo se ve al ser reflejada en porcelana blanca? ¿Es la pregunta adecuada la porcelana blanca de la percepción? ¿Si me hubiera formulado una pregunta poderosa en el momento de emerger de la laguna, habría visto más allá de la sombra de un jinete y su cabalgadura? ¿Es pregunta me habría permitido la adquisición e integración psicofísica inmediata de un estado de potencia sin igual gracias al cual habría podido perseguir a aquel par de presencias y descubrir su guarida y cuál era su juego? ¿Podría haber guiado los pasos de mi estado de ánimo desde el momento que partiera en su persecución hasta el momento en que los encontrara? ¿Los encontraría con rapidez porque fuera bien munido de interrogantes adecuadas? Frente al caos de percepciones que tenía delante, ¿a qué atender formulando al tiempo una pregunta? ¿No resultarían en definitiva factores de múltiple dispersión las preguntas que pudiera formular en medio de la más vertiginosa acción? ¿Esto me conducía al núcleo de mis dilemas del orden del pensamiento? Y en caso de hacerlo, ¿cómo me conducía allí? ¿Haciéndome sentir toda esa gama de sensaciones múltiples que bloquean cualquier respuesta y que constituyen en definitiva un amasijo de solidez igual a la de un muro?  ¿Si yo pudiera construir una pregunta que reponga la totalidad del escenario inicial, podría, consecutivamente, entrar en el medio de la experiencia y rehacerla a voluntad? ¿Creo, sin ningún motivo para estar seguro, que puedo hacerlo? Sí, lo creo. Pero, esta afirmación me conduce a nuevas interrogantes. A un bosque muy florido de preguntas. ¿Ese parque de preguntas es florido porque de ese modo expresa alguna preferencia perceptiva mía que hace que todo tipo de imaginación que surja en los escenarios de mi mente deba necesariamente considerarse como subjetiva en extremo? ¿Es el mío un parque subjetivo? ¿Y en caso de poder afirmarlo, es esta una resolución libre? ¿Podría confirmar de alguna manera que la totalidad de mi experiencia era en realidad algo que había estado sucediendo todo el tiempo ahí fuera sin que yo intervenga en absoluto y que sólo yo soñaba que aquello tenía colores, formas y nombres en tanto el universo real se mantiene como un escenario carente de formas, colores etcétera, y sólo voy yo caminando o deslizándome por allí denominando objetos y personas?  ¿Podré saber algún por dónde piso? ¿Con qué metáfora puedo inducirme conocimiento acerca de todo eso que no conozco y que jamás podré conocer sino solo adivinar o sospechar?

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